El debate sobre el lenguaje inclusivo en el español contemporáneo ha suscitado numerosas discusiones en torno a la visibilidad de las mujeres y otros grupos en el discurso. Sin embargo, es pertinente preguntarse si este fenómeno es realmente una innovación moderna o si, por el contrario, existen precedentes históricos en el uso del español antiguo que evidencian una preocupación por la inclusión lingüística.
Tradicionalmente, el español ha empleado el masculino plural como forma genérica para referirse a grupos mixtos o cuando el género es desconocido. Esta convención, basada en el principio de economía del lenguaje, ha sido objeto de críticas por su potencial para invisibilizar a las mujeres y otras identidades de género. No obstante, estudios recientes sugieren que la preocupación por una representación más equitativa en el lenguaje no es exclusiva de nuestra época.
Un ejemplo notable es el de sor Juana de la Cruz (1481-1534), una franciscana terciaria del siglo XVI. Según el artículo «Hacia una historia del lenguaje inclusivo en español: el caso de sor Juana de la Cruz (1481-1534)» de Patricia Fernández Martín, sor Juana empleaba estrategias que hoy identificaríamos como lenguaje inclusivo en sus sermones. Para evitar la ambigüedad del masculino genérico, utilizaba desdoblamientos como «hermanos y hermanas» o términos colectivos que englobaban a ambos géneros. Este uso deliberado buscaba asegurar que su mensaje llegara claramente a toda la congregación, sin excluir a las mujeres.
Además de sor Juana, existen otros indicios de un uso inclusivo del lenguaje en épocas anteriores. Por ejemplo, en la obra «La Gitanilla» de Miguel de Cervantes, se encuentra la expresión «los gitanos y gitanas», lo que demuestra una intención de nombrar explícitamente a ambos géneros. Este tipo de construcciones sugiere que, aunque el masculino genérico era predominante, algunos autores optaban por formas más inclusivas cuando consideraban necesario enfatizar la presencia de mujeres en ciertos contextos.
La discusión sobre el género en el lenguaje no es nueva. En el siglo XVII, el gramático francés Vaugelas afirmó que «la forma masculina tiene preponderancia sobre la femenina, por ser más noble». Esta perspectiva consolidó el uso del masculino como genérico y reflejó una ideología que subordinaba a las mujeres desde el lenguaje. Sin embargo, antes de esta imposición normativa, existían tendencias a feminizar el castellano, como el paso de «la infante de Castilla» a «la infanta» en el siglo XVI.
Aunque el debate sobre el lenguaje inclusivo ha cobrado fuerza en tiempos recientes, es evidente que la preocupación por una representación equitativa en el lenguaje tiene raíces históricas en el español antiguo. Figuras como sor Juana de la Cruz y Miguel de Cervantes ya empleaban estrategias para visibilizar a ambos géneros en sus escritos, demostrando que la búsqueda de inclusión lingüística es una constante en la evolución de nuestra lengua. Reconocer estos antecedentes nos permite entender que el lenguaje es dinámico y que las discusiones actuales forman parte de un proceso histórico continuo hacia una comunicación más inclusiva y representativa de toda la sociedad.
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