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Historia del idioma español

Español medieval y español actual: la evolución de una lengua

El español ha evolucionado profundamente desde su forma medieval hasta el idioma moderno que conocemos hoy. Este proceso ha estado marcado por una serie de cambios en fonética, gramática, léxico y ortografía, pasando por un castellano medieval más cercano al latín hasta llegar al español clásico del Siglo de Oro y, finalmente, al español contemporáneo.

Evolución fonética y ortográfica

Durante el período medieval, el español aún mantenía algunas influencias fonéticas del latín vulgar, incluyendo sonidos y letras que hoy ya no existen. Por ejemplo, se usaban letras como la “ç” y combinaciones de letras como “ss” para sonidos que actualmente representamos con la letra “s” o “z”. Asimismo, la “f” latina en palabras como “ferrum” (hierro) se transformó en una “h” muda (como en “hierro”). Estos cambios reflejan el desarrollo fonético que permitió al español simplificar su pronunciación y eliminar ciertos sonidos que podían resultar confusos o redundantes.

En cuanto a la ortografía, el proceso de estandarización comenzó a darse a partir del Renacimiento. La creación de la Gramática de la lengua castellana por Antonio de Nebrija en 1492 marcó un hito, estableciendo reglas gramaticales y ortográficas que guiaron el uso del idioma y ayudaron a unificar sus formas de escritura. Desde entonces, la Real Academia Española (RAE) ha seguido modificando las reglas ortográficas para reflejar las evoluciones en el uso común del idioma.

Cambios en el léxico y la semántica

El vocabulario del español medieval contenía una mezcla de palabras de origen latín junto con términos prestados de lenguas árabes, germánicas y celtas, debido a las distintas influencias en la Península Ibérica. Sin embargo, a medida que la lengua evolucionó, surgieron nuevas palabras y se modificaron significados. Durante el Renacimiento, el contacto con otras culturas europeas introdujo términos del italiano y del francés, especialmente en el ámbito del arte y la ciencia.

Con el paso del tiempo, algunas palabras del español antiguo han caído en desuso o han cambiado de significado. Por ejemplo, en español antiguo, palabras como “facer” (hacer) y “fablar” (hablar) formaban parte del léxico cotidiano, pero fueron sustituidas por sus formas modernas. Además, palabras medievales que tenían un significado específico se transformaron o ampliaron su sentido. Este cambio semántico es común en la evolución de las lenguas y permite que el idioma refleje cambios culturales y sociales.

Gramática y sintaxis

La gramática del español también ha cambiado sustancialmente. En el español antiguo, se usaban construcciones y formas verbales diferentes. Por ejemplo, los pronombres personales “vos” y “vuestra merced” eran formas respetuosas y formales de dirigirse a otros. Con el tiempo, el uso del “vosotros” y “ustedes” se estableció, diferenciando el español peninsular del latinoamericano, donde aún persiste el “voseo” en algunas regiones (puedes ver más sobre esto en el artículo sobre el castellano de Argentina y Uruguay).

Otra diferencia importante es la sintaxis. En la Edad Media, las oraciones tendían a ser más complejas, con construcciones sintácticas influenciadas por el latín. Con el tiempo, el español modernizó sus estructuras, favoreciendo oraciones más simples y directas, lo cual facilitó su aprendizaje y difusión.

Español clásico: el Siglo de Oro

El español clásico del Siglo de Oro (siglos XVI y XVII) se considera una época dorada para la literatura en español, con autores como Miguel de Cervantes y Lope de Vega que ayudaron a consolidar y enriquecer el idioma. Durante este tiempo, el castellano ganó estabilidad en su gramática y sintaxis, mientras que la literatura contribuyó a la creación de expresiones y giros idiomáticos que persisten hasta hoy.

Similitudes y legado del español antiguo en el actual

Aunque el español moderno ha simplificado muchas de las características del idioma medieval, aún conserva ciertas estructuras y vocablos. La literatura y la poesía medievales dejaron una huella en el español actual, y todavía se pueden encontrar trazas de las palabras antiguas en ciertas expresiones y refranes. Además, algunas características fonéticas de la época medieval persisten en ciertos dialectos regionales de España y América Latina. Por ejemplo, expresiones que se mantienen hasta hoy como “a buen recaudo” y “en un santiamén” o palabras como “fierro”, en lugar de “hierro” que aún se utiliza en zonas de América Latina, conservan intacta la influencia del castellano medieval.

El español ha recorrido un extenso camino desde su forma medieval, adaptándose a los cambios culturales y sociales. Este proceso de cambio constante ha hecho de éste un idioma rico y flexible, capaz de incorporar nuevas palabras y estructuras mientras mantiene una base histórica profunda. La evolución del español refleja no sólo el desarrollo de una lengua, sino también la historia de una cultura que sigue viva en cada palabra y expresión de la lengua actual.

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El árbol genealógico del español

¿Has hurgado alguna vez en el álbum familiar?; ¿buscado información sobre tus antepasados, tus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos? ¿Sabías que si hablamos de lenguas también podemos referirnos a familias? –  pero no a cualquier tipo de familias, sino a familias lingüísticas- Por ejemplo, si ponemos atención a las palabras agua, acqua y água (del castellano, italiano y portugués, respectivamente) veremos que las similitudes son evidentes, por lo que es posible establecer lazos de parentesco. De hecho, estas tres lenguas son hermanas, pues tienen un mismo origen en el latín.  Hagamos ahora el ejercicio completo de perseguir las trazas del pasado a fin de conocer el árbol genealógico (lingüístico) del castellano.

El español (o castellano) pertenece a la familia de lenguas indoeuropeas que, a su vez forman parte de la rama itálica. Las lenguas itálicas incluyen el latín y otras lenguas extintas habladas en la península itálica (como osco, umbro, sabino, falisco y sículo).

Las lenguas descendientes directas del latín son las llamadas lenguas romances. Lenguas que evolucionaron del latín vulgar y que son las únicas de la familia itálica que sobrevivieron a la caída del Imperio Romano. Dentro de las lenguas romances están: el español, el francés, el portugués, el italiano, el rumano, el catalán-valenciano, el gallego, el siciliano, el aragonés y el leonés, por nombrar algunas. La lista es amplia, pues las lenguas romances conocidas superan la veintena, aunque muchas están seriamente amenazadas.

El latín y sus hermanas

Si el latín es la madre del español, el indoeuropeo vendría ser el idioma abuelo, aunque no existen registros escritos. Las lenguas hermanas del latín serán, entonces, el protocelta, protogermano, protobaltoeslavo, entre otras. De las baltoeslavas derivan el polaco, el serbio y el ruso, también el búlgaro. Y del protogermano nace el inglés y el alemán, pero también el danés, el sueco y el noruego. Del protocelta provienen el irlandés, el galés y el bretón.

Todo es un entramado y cruces familiares muy complejos, pues sólo estoy hablando muy someramente de grandes generalidades. Aunque creo que con esto te vas haciendo una idea de cómo el lenguaje humano es un sistema dinámico y complejo. Donde, las lenguas son los subsistemas que interactúan constantemente para alimentarse a sí mismos.

El futuro de la lengua

Como has podido ver, las lenguas están en constante cambio y evolución. Pasar del indoeuropeo al latín, luego de éste al latín vulgar, para llegar al desarrollo del castellano como la lengua que conocemos hoy en día, ha tomado tiempo. Y tal vez es muy pronto para afirmarlo, pero hay ciertos elementos lingüísticos que nos llevan a sospechar que el castellano podría ser eventualmente la lengua madre de una nueva ramificación de hijos que crece poco a poco, de tal manera que en el futuro podrían madurar hasta ser independientes. Entonces, tal vez, nombres como extremeño, canario, rioplatense, chileno o andaluz podrían ser algunos de estos nuevos hijos del español. Tal vez podría suceder.

Los cambios ocurren mucho más rápido de lo que imaginamos, ¿se te ocurre alguna manera en la que hayas modificado tu lengua?, tal vez tengas un lenguaje propio con amigos o pareja. Si ese es el caso, imagina ahora que ese juego de lenguaje llega a un grupo mayor y se convierte en una expresión habitual dentro de tu pueblo o ciudad. Eso, ya es un rasgo lingüístico identitario de un grupo cultural.

Los cambios son sutiles, pero a veces crecen y son incorporados por un grupo social mayor, de forma tan silenciosa y rápida como la marea que sube y baja sin que notemos cuándo esto ocurrió.   Así que pon atención porque el lenguaje es un sistema vivo y tú también eres parte de los cambios que suceden en él.

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Orígenes del seseo

Una de las características compartidas por las variantes del castellano que se habla en América y que lo diferencia del español hablado en la península ibérica es la ausencia del sonido de la zeta /z/.  Aunque las variantes del español habladas en el continente americano son muy distintas entre sí, tienen una característica en común, y es que en ninguna de éstas se hace una distinción entre la pronunciación de las letras s, c y z, si no que todas se pronuncian como /s/.

Dentro de las múltiples características de las variantes del español están quienes distinguen los sonidos de la s, c y z; quienes cecean y quienes sesean. Es decir, quienes pronuncian estas tres letras como una /z/ y quienes pronuncian todas como una /s/.

En un escenario donde el 67% de la población mundial habla español (ver dialectos del español alrededor del mundo) es significativo remarcar que -aunque el seseo es extraño en España- es hoy la variante mayoritaria del español, ya que más del noventa por ciento de quienes lo hablan sesean. Veamos, entonces, dónde se remontan sus orígenes.

Colón y la conquista de América

Hay quienes dicen que el sonido de la zeta se extinguió en América, pero la verdad es que nunca embarcó hacia el continente, pues cuando Cristóbal Colón viajó rumbo América en 1492 lo hizo acompañado de una tripulación mayoritaria de Andalucía, en especial de Sevilla, quienes pronunciaban (y pronuncian) como /s/ todas las palabras que contienen la s, c y z.

Las Islas Canarias fueron colonizados casi a la par que el continente americano y el recorrido de Cristóbal Colón el año 1492 fue el siguiente: parte desde el Puerto de Palos en Huelva, rumbo a Gran Canaria. A partir de entonces se establece la ruta comercial que unirá Sevilla, Canarias y América.

Para la época de la conquista de américa, en el sur de España la pronunciación de la zeta se relacionaba con los musulmanes convertidos al cristianismo del Reino de Granada (moriscos) y era símbolo de clase baja, eso hizo que en Sevilla optara por el seseo. En contraste, Granada, el último reducto musulmán de la época desaparece el sonido /s/ y adquiere la tendencia de cecear en exceso.

Entonces, el seseo de Canarias y de América proviene de Sevilla, pues como mencionamos la tripulación que viajaba con Colón era mayoritariamente de Andalucía (con más del 37% de los tripulantes sevillanos).

La lengua hablada era la de Sevilla, pero la escrita era marcada por la corte y en Castilla sí se hacía distinción entre la pronunciación de la /s/ y /z/, por lo tanto, no existió una simplificación del idioma en cuanto a su escritura. América varió en su pronunciación, pero las reglas ortográficas siguieron siendo las mismas que establecía la corona castellana.

Y es así como llegamos a la situación actual, donde en Canarias, la región de Andalucía, y en todo el continente americano donde se habla español, se sesea, mientras que, en el resto de España, se distingue los sonidos /s/ de la /z/ y en zonas del sur de España como Málaga, Granada y Cádiz predomina el ceceo.

En el siglo XIX hubo intentos por introducir en América el sonido diferenciador de la /z/, pero cuando se trata de un hábito fonético que se ha traspasado por generaciones en más de cuatro siglos es muy difícil de modificar.

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Cultura de la lengua española Historia del idioma español

El castellano de Argentina y Uruguay

¿Si escuchas hablar a un argentino y a un uruguayo sabrás diferenciar a cada uno? La verdad es que es muy difícil. Hay quienes dicen que la única manera de distinguirlos es viendo lo que tienen en la mano: el argentino siempre tendrá sus manos ocupadas con el mate y el termo, mientras que el uruguayo tendrá el mate en una mano y en un bolso portará el termo. No es una mala pista, de hecho, es bastante certera, pero aquí te damos algunos consejos lingüísticos para que puedas conocerlos un poco más y para que sepas de dónde proviene su singular forma de hablar.

¿Y vos cómo estás? El ‘voseo’ como pronombre singular

El castellano comenzó a expandirse por el continente americano hace más de 500 años, pero hoy en día sólo en Argentina y Uruguay se utiliza de manera generalizada el pronombre ‘vos’ para dirigirse a la segunda persona del singular.

A la llegada de los conquistadores españoles a América, en el castellano se utilizaba el ‘tú’, el ‘vos’ y el ‘vuestra merced’. Estas tres expresiones hacían referencia a la segunda persona del singular. El contexto comunicativo determinaba el uso de uno sobre los otros; tanto el ‘tú’ como el ‘vuestra merced’ se utilizaban en contexto de cercanía y confianza, mientras que el ‘vos’ era exclusivo para dirigirse a una persona de mayor autoridad.

En esa época, debido a las relaciones jerárquicas era mucho más habitual el uso del pronombre ‘vos’. Sin embargo, esto fue variando con el tiempo. Es así como en el siglo XVI el ‘vos’ comienza a ser una expresión en desuso en España y también en los lugares de América que contaban con Virreinato, como Perú o México y ‘usted’ pasa a ser la expresión correspondiente a la voz de respeto. Así, los países más alejados de los virreinatos, como los del cono sur y centro américa conservaron el ‘voseo’. 

Actualmente el ‘vos’ se utiliza generalizadamente en Argentina, Uruguay, Paraguay y Costa Rica, y en algunas regiones de Bolivia, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México y Cuba, aunque en estos últimos la connotación que se le da a su uso puede variar según regiones y estrato socio- cultural.

¿Uruguasho, sho?

Si hablas español sabrás que un argentino y un uruguayo hablan muy parecido entre sí y a la vez diferente de cualquier otro hablante del castellano. Ellos pronuncian la “y” y la “ll” de manera única en relación con cualquier hablante del castellano hispanoamericano. Dicen posho en lugar de pollo, van a la plasha y no a la playa y al agua que cae del cielo le shaman shuvia. ¿Dé dónde surge esta forma de hablar?

Este sonido presente en otras lenguas como el portugués y el inglés se explica porque Argentina y Uruguay son naciones formadas por oleadas migratorias de Europa. Además, el contacto lingüístico con el portugués del vecino Brasil, produjo una especie de contagio de ciertos sonidos de este idioma.

Durante los siglos XIX y XX la zona del río de la Plata vivió un importante influjo migratorio desde España, Italia y Francia, lo que se tradujo en la paulatina incorporación de sonidos desde el gallego, el italiano y el francés. Es más, la sociolingüista argentina María Beatriz Fontanella de Weinberg, estudiosa de la particularidad fonética bonaerense, menciona en sus trabajos que a fines del siglo XIX hubo en la cultura argentina una gran influencia del francés y con ella una explícita voluntad de incorporar elementos fonológicos en su vocabulario. Existen teorías similares que explican la incorporación de sonidos desde el italiano.

Sea cual sea la explicación, lo cierto es que los préstamos lingüísticos se transforman y se apropian finalmente, para adaptarse a los valores y cultura del pueblo que los incorpora. Así sha sea con el termo en la mano o en un bolso, la cultura del Río de la Plata es inseparable del mate y la sherba, ¡che!

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¿Castellano o español? Una lengua con dos nombres

En el mundo anglosajón se habla en términos genéricos de español, pero cuando se quiere especificar el español que se habla en España se refieren a esta lengua como castellano. Sin embargo, todos quienes hablamos español no hacemos esa diferencia en el uso, pues sabemos que es incorrecta, ya que ambos términos son sinónimos para referirnos a nuestra lengua. Las dos denominaciones son correctas y significan lo mismo. Prueba de esto es que en el año 1611 se publicó el primer diccionario monolingüe denominado Tesoro de la lengua castellana o española.

Pese a esto de forma recurrente surge la pregunta acerca de cuál de estos dos nombres es el adecuado o cuál corresponde a cuál país, aunque de parte de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) y las academias de la lengua del resto de países hispanohablantes la respuesta el clara: los dos nombres son sinónimos.

Nacimiento del castellano

Cuando las lenguas derivadas del latín se tuvieron que clasificar de alguna forma se comenzó a hablar de ellas como lenguas romances, y a partir de esta clasificación, surgieron los gentilicios castellano, catalán y aragonés, entre otros. 

De esta forma, hacia el 1250, nace el término romance castellano en referencia a la lengua hablada en el reino de Castilla y León. A medida que crecía el poder político de este reino, también lo hacía su lengua, la que fue expandiéndose y enriqueciéndose con aportaciones del resto de los idiomas que se hablaban en la península ibérica.

Así, a finales de la Edad Media, bajo el nombre de castellano o lengua castellana se agrupaban formas diferentes de hablar, tanto de Castilla como de León, Navarra o Aragón, tanto del norte como del sur. Ya a partir del siglo XV el castellano comienza a utilizarse como lengua franca en toda España.

Primeros registros del término español

Desde el siglo XVI en adelante la nueva denominación, lengua española o español, comenzó a competir con la tradicional de lengua castellana. El nombre no nació en España, sino fuera. Primero fue un gentilicio puramente geográfico, pero posteriormente los países vecinos comenzaron a utilizarlo también para referirse a la lengua. Así, poco a poco, impulsado primero desde el exterior, el término lengua española fue ganando adeptos.

Desde entonces hasta principios del siglo XX hubo una clara y constante predilección por el término lengua española hasta que, en el siglo pasado, castellano y español se hicieron términos intercambiables en la lengua culta.

En la actualidad, eso sí, desde un punto de vista lingüístico, el castellano es la variedad del español que se habla en el antiguo Reino de Castilla, es decir, en el centro de España.

Usos en España y Latinoamérica

Tras los procesos de independencia de las nuevas repúblicas americanas, los nuevos países se inclinaron por utilizar el término castellano, principalmente para alejarse del gentilicio del país del que se estaban independizando.

En la actualidad las preferencias están repartidas: desde el Ecuador hacia el norte, en Colombia, Venezuela, Centroamérica, México, el Caribe y los Estados Unidos, el empleo de español o lengua española es abrumador. Mientras que en la mayor parte de América del Sur se utiliza más la palabra castellano. Eso sí la voz internacional de lengua española ha ido ganando terreno, sobre todo, en los jóvenes.

En el caso de España, la denominación castellano es la habitual en los territorios bilingües como forma de distinguirlo de otras lenguas cooficiales como el gallego, vasco y catalán, mientras que en el resto del país se le suele llamar español.

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Metátesis: murciégalo, cocreta y cocodrilo. ¿Son realmente palabras erróneas?

Cuando los niños cuya lengua materna es el castellano comienzan a hablar, es bastante habitual que comentan errores como decir murciégalo en lugar de murciélago o cocreta en lugar de croqueta, ¿te suena, no es cierto? Estos errores son las llamadas metátesis, que corresponden a cuando se cambia de lugar el sonido dentro de una palabra. Pero qué pasa si te digo que en realidad esos niños no están equivocados. ¿Te toma por sorpresa? Seguro que sí.  

Veamos el ejemplo de murciégalo. En el diccionario actual figura esta palabra como variante de murciélago, aunque es percibida como vulgar. Sin embargo, el término originario es precisamente murciégalo, pues deriva de las voces latinas mus, muris (ratón) y caecúlus, un diminutivo de caecus (ciego). En este caso, la metátesis original: murciélago se documenta desde el siglo XIII y no tardó en pasar a la lengua culta. De hecho, el primer diccionario académico recoge, ya en 1734, las dos variantes. Pero este no es el único caso.

Hay muchas palabras del castellano que deben su forma actual al fenómeno de metátesis. Otro caso representativo es el de cocodrilo, el cual está corrompido de crocodrilo (otro clásico “error” que cometen los niños). Se parece al inglés crocodile y al igual que en el caso de murciégalo, fue el término etimológico el que terminó perdiéndose por culpa de una metátesis. La voz latina original era crocodilus, derivada del griego krokódeilos, de króke (canto rodado, guijarro) y drilos (gusano, lombriz). Hay que decir que en este caso la metátesis ya se empleaba en el latín medieval donde se hacía referencia a cocodrillus.

Peligro es otra palabra que ha sufrido el cambio del orden de sus sonidos y la aceptación de éste. Peligro proviene del latín pericùlum.  Esta voz debería haber evolucionado a periglo, variante que está documentada hasta el siglo XVI. Con milagro sucedió algo muy similar; esta palabra proviene de miraglo. Otros casos son guirnalda, cuya palabra inicialmente era guirlanda o Argelia, que al igual que en inglés se decía inicialmente Algeria.

En el habla popular, la metátesis ha dado origen a palabras como dentrífico, utilizada equivocadamente en lugar de dentífrico, del latín denifrícum, que a su vez deriva de las voces latinas dens, dentis (diente) y fricare (frotar).

Cuando el error del error es lo correcto

Si lo pensamos bien, muchas de las metátesis que los niños de hoy cometen, son en realidad las voces originales derivadas del latín. Es decir, probablemente, en algún momento se retorne a la voz original si es que, tal como pasó anteriormente, la voz vulgar o el error es aceptado como parte del habla culta.

El error del error parece ser el retorno al origen etimológico de estas palabras. Una vuelta de varios siglos para volver al mismo lugar, pero con un recorrido interesantísimo, ¿no te parece?

Así que, si tienes hijos, y dicen crocodilo o murciégalo, recuerda que en realidad no están del todo equivocados y que son ellos quienes se acercan más al origen de la palabra en latín. Muy probablemente no sean capaces de hacer referencia al origen etimológico de palabra, gracias a lo que acabas de aprender hoy, quizás tú sí puedas hacerlo.

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El calendario en español: días, meses y estaciones del año. ¿de dónde provienen sus nombres?

¿Qué es el tiempo? Desde la filosofía el pensamiento alrededor del tiempo radica en su naturaleza: ¿existe o no el tiempo y si existe, realmente podemos medirlo?

Hoy, observaremos el tiempo desde la física, donde se plantea que el tiempo es una magnitud con la que se mide la separación, simultaneidad o duración de acontecimientos. Esto nos permite organizarlos en su forma temporal más simple. Es decir, pasado, presente y futuro. Donde los eventos se ubican en cada uno de estos conjuntos dependiendo de su relación con otro.

El sistema de representación del transcurso del tiempo más conocido es el calendario y el modelo de calendario que se utiliza de manera oficial en casi todo el mundo es el calendario gregoriano, denominado así en honor a su promotor, el papa Gregorio XIII.

El término calendario proviene del latín calendarium, de calendae (calendas) nombre que en la antigua Roma se daba al primer día de cada mes, que correspondía a la fase de la luna nueva. Además, el calendarium era el libro donde quedaban registrados los préstamos que vencían en las calendas.

En distintos pueblos de la antigüedad los días se agruparon en siete, en relación con las fases lunares. Roma continuó con esta organización, donde cada jornada se vinculaba con una divinidad: Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus. El sábado es una consagración a Saturno y el domingo deriva de dies dominicus (día del Señor).

Meses y estaciones del año

En un principio el calendario lunar constaba de diez meses: Martius (marzo), en honor a Marte. Aprilis (abril), tal vez relacionada con el etrusco Apru y éste del griego Aphrô de Afrodita. Maius (mayo) vinculada con Maia, deidad relacionada con la floración. Iunius (junio) en recuerdo de la diosa Juno. Quintilis (quintil), Sextilis (septiembre) derivado de septem (siete), por ser el séptimo mes y siguiendo la misma fórmula se continuó con October, November y December (octubre, noviembre y diciembre). En los siglos VIII y VII se añadieron los meses de Ianuarius (enero) y Februarius (febrero) en honor a Jano, dios del doble rostro, símbolo del comienzo y del fin, y Februo al que le dedicaban los ritos de purificación. En el 153 A.C Ianuarius se convirtió en el primer mes del año y Quintilis se renombró como Iulius (julio) en una clara alusión a Julio César, mientras que Sextilis fue sustituído por Augustus (agosto), en homenaje a Octavio Augusto.

Los meses se agruparon en estaciones, que desde los romanos hasta ahora dividimos en cuatro: ver, aestas, autumnus y hiems (verano [actual primavera], estío, otoño e invierno), posteriormente se incorporó la voz prima vera (primera primavera) y las estaciones pasaron a ser cinco: primavera, verano, estío, otoño e invierno y a partir del siglo XVII la primavera -época de la primera floración- desplazó al verano y éste se fundió con el estío, quedando definitivamente configuradas las cuatro estaciones que conocemos hasta ahora.

Entonces ya sabemos que, si el tiempo existe, el calendario en castellano nos indica que hoy es primavera y verano en un lado del mundo y otoño e invierno en el otro. Por otra parte, es Marzo (Martius) en todo el mundo en honor a Marte.

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Palabras del quechua y el maya en el castellano actual

El quechua y el maya son dos lenguas indígenas de Latinoamérica. El quechua es una de las dos lenguas indígenas con mayor número de hablantes en la actualidad (unos 14 millones, considerando todas sus variantes), mientras que el maya o, mejor dicho, los idiomas mayas tienen actualmente 900 mil hablantes nativos de los idiomas que conforman esta familia lingüística.

El quechua es el idioma del Imperio Inca y tiene más de 500 años de contacto con el castellano, por lo que la influencia entre ambas lenguas ha sido natural. Los préstamos lingüísticos suceden del castellano al quechua y del quechua al castellano. Hoy veremos algunos ejemplos de palabras de origen quechua que forman parte del léxico habitual del español, especialmente del que se habla en muchos países de Latinoamérica.

Por otra parte, el maya es otra de las lenguas originarias de América Latina que ha influenciado el castellano que hablamos hoy. Hay que remarcar, eso sí, que lo que actualmente se conoce como “lengua maya” en realidad es una familia lingüística de alrededor de 30 lenguas diferentes que se hablan en el antiguo territorio maya, que abarca desde el sureste de México, Guatemala, Belice, Honduras y el Salvador. Estas lenguas, que aún viven, comparten ciertas características, pero son muy distintas entre sí. Dentro de todas éstas el maya peninsular, está reconocida como parte de las lenguas oficiales de México.

En el artículo de hoy veremos cuáles son algunas de las palabras originarias del quechua y maya en el castellano actual:

Los mayismos

Patatús: en mayasignifica literalmente muerte fingida y en el castellano actual es una expresión coloquial que se utiliza para expresar asombro o desmayo. Ejemplo: “con esta noticia me va a dar un patatús”.

Cachito: es sinónimo de pedazo, más bien de pedacito y proviene de la onomatopeya “cach” que se escucha cuando algo se rompe. En maya “cach” significa entonces “cosa partida” o “que se rompe”.

Cacao: El cacao era “el alimento de los dioses”, pues su planta era considerada sagrada por los mayas. Hoy en día, este alimento es reconocido en todo el mundo y es el ingrediente esencial para la producción de chocolate.

Cenote: son los pozos característicos de la provincia de Yucatán, en México. Proviene de la palabra maya tz’onot, que significa pozo o caverna con agua.

Cigarro: proviene del maya siyar y es una palabra que se ha difundido a otras lenguas por la costumbre de aspirar el tabaco hecho en forma de rollo.

Quechuismos

Los quechuismos son las palabras de origen quechua que han sido asimiladas en el español a lo largo del tiempo. Algunos de estos préstamos lingüísticos continúan en uso en Perú, Bolivia, Argentina, Chile, Ecuador y Colombia, países que formaron parte del Imperio Inca. Revisemos algunos de estos:

Cancha: proviene del quechua «kancha» y significa recinto cercado, como el espacio destinado a ciertos deportes o espectáculos.

Charqui: carne deshidratada y salada típica de las regiones andinas y meridional de América del Sur.

Chaucha: moneda de escaso valor. Chauchera: en Bolivia y Chile es sinónimo de monedero.

Concho: sedimento ubicado al fondo de un recipiente y usado también para referirse al último hijo de una pareja. En el caso del último hijo se usa el diminutivo conchito.

Mate: Bebida elaborada de las hojas y ramas de Ilex paraguariensis, la planta misma y el recipiente que se usa para beberla.

Nanai: caricia para calmar el dolor. La Academia Chilena de la lengua lo define como “caricia muy tierna con la que se trata de calmar un dolor o una pena”. También se utiliza para expresar ternura, por ejemplo, cuando uno ve un bebé muy tierno expresa “¡nanai!”.

Morocho: proviene del quechua «muruch’u» que quiere decir «variedad de maíz muy duro». Pero en Argentina, Bolivia, Paraguay, Perú y Uruguay, se trata de un adjetivo y una persona que tiene piel morena y el pelo negro.

Palta: Los peruanos y los chilenos denominan con este nombre de origen quechua a ese fruto verde y cremoso. Se le conoce como aguacate en el resto de los países de la región.

Poncho: abrigo que consiste en una manta cuadrada hecha de lana o paño con una abertura en el centro. 

Pucho: significa sobrante. En Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Honduras, Paraguay, Perú y Uruguay, refiere a cigarrillo o a su colilla.

Guagua: Niño, niña e infante. Actualmente en Chile, Argentina, Bolivia, Colombia y Ecuador se utiliza como sinónimo de bebé.

Yapa: modismo andino que hace referencia a un regalo o añadido extra de un producto durante una transacción comercial, sobre todo en un contexto popular.

Como bonus track te compartimos dos palabras del Náhuatl que se utilizan en el castellano actual aguacate y apapachar. Aguacate: proviene de ahuacatl que significa testículos. El aguacate tiene este nombre por la particular forma de este fruto. Apapachar: es la acción de apretar o dar amor a otro con el primer impulso. Es muy lindo y es un verbo que se utiliza en el castellano de Latinoamérica para abrazar o para ser más precisos para regalolear con abrazos a otro.

Ya sabes que siempre puedes consolar a un ser querido con un “nanai” o “apapacharlo” hasta que se sienta mejor. Conoces la influencia del quechua y maya en el castellano actual y puedes usarlo para llevar tu español al siguiente nivel.

Sigue aprendiendo cada vez más sobre la lengua española y sus diferentes culturas a través de los artículos publicados en nuestro blog.

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¿Por qué existe la letra H en español?

Para muchos hablantes del castellano, la letra “h” es un gran dolor de cabeza. Bueno, en realidad a la hora de hablar no hay problema, la dificultad está al momento de escribir una letra que no tiene sonido, entonces ¿cuándo y dónde ubicarla? Es una letra tan discreta que muchos han abogado por su eliminación, pero esta reina de imperceptible sonido ha seguido ostentando triunfante un lugar en el alfabeto del español. ¿Es un simple capricho? No. En gramática, por lo general, todo tiene una explicación.

La letra hache es la octava letra dentro del alfabeto del español. Se pronuncia únicamente cuando va precedida de la letra c, formando el sonido “ch”, el problema está en que en castellano hay más de 2.000 palabras que comienzan con la letra h y una cuantas más que llevan esta letra intercalada. Pero entonces, sino suena ¿por qué la escribimos? ¿Por qué escribir algo que no existe? Una de las razonas es que no siempre fue muda.

Los orígenes de la h

Remontémonos a su pasado: los fenicios fueron los primeros en utilizar esta letra y la pronunciaban como una “j” aspirada. De los fenicios pasó a los griegos, quienes la adoptaron con una suave aspiración. Luego, del griego pasó al latín, y aquí el sonido se suavizó aún más. Del latín dio su salto al español, donde en un principio también se pronunciaba como un sonido aspirado, acompañado de una pequeña explosión de aire similar a la pronunciación actual de la “h” aspirada del inglés. Pero el español no sólo hizo uso de palabras del latín que comenzaban con “h”, también se apropió de numerosas palabras latinas que comenzaban con “f”. En un principio dichas palabras también comenzaban con “f” en español, pero con el pasar de los años y dado que, en algunas partes de España, el sonido “f” también se pronunciaba con una aspiración, en el siglo XIV la “f” inicial comenzó a ser sustituida por la “h” inicial. Así ocurrió con farina que pasó a ser harina, el verbo hacer, que en sus comienzos era facer, helecho (que durante la edad media era felecho), humo, que era fumo, hola, que deriva de fola y tantas otras palabras. Dicho cambio también afectó a algunas palabras que tenían la f intercalada, como el caso de búho que proviene de bufo en latín.

Según los registros de la RAE, hasta mediados del siglo XVI la letra h en español aún se pronunciaba con una aspiración, sobre todo en las palabras que originalmente se escribían con f en latín.

Ya a partir del siglo XV la tendencia cambió y la hache aspirada comenzó a considerarse un vulgarismo propio de las clases bajas, así que de a poco la h comenzó a silenciarse completamente hasta ser la letra muda que es hoy.

H: la única letra que no es un sonido, pero es igualmente necesaria

Hay un dato histórico más que explica la existencia de esta letra y es que antiguamente tanto la letra u como la v se escribían exactamente igual, aunque no se pronunciaban de la misma manera. Por ello, para identificar que el sonido que correspondía era el de la vocal “u” y no el de la consonante “v” se anteponía una h. De esta manera se sabía que huevo debía pronunciarse como “uevo” y no como “vevo” como hubiese sido sino llevase la h por delante.

Además, la letra h en castellano sirve para diferenciar por escrito palabras homófonas. Es decir, aquellas que se pronuncian igual, pero que tienen significados diferentes. Así podemos diferenciar rápidamente por escrito hola de ola, hojear de ojear, hecho de echo o diferenciar la preposición a por ha del verbo hacer.

Como has podido ver la h es una letra muda con una gran historia y que aún cumple importantes funciones en el castellano. Es la reina discreta que sólo es posible usar correctamente si se practica leyendo y escribiendo mucho. Ya el sólo hecho de ser la única letra que en castellano ostenta el título de no tener sonido alguno la hace muy especial. Espero que después de conocer su historia te animes a corregir tu ortografía y no olvidar tus haches por aquí ni por allá.

¡Y recuerda que si aún tienes problemas con la gramática del castellano iScribo siempre está aquí para ayudarte a mejorar!

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