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Historia del idioma español

¿Castellano o español? Una lengua con dos nombres

En el mundo anglosajón se habla en términos genéricos de español, pero cuando se quiere especificar el español que se habla en España se refieren a esta lengua como castellano. Sin embargo, todos quienes hablamos español no hacemos esa diferencia en el uso, pues sabemos que es incorrecta, ya que ambos términos son sinónimos para referirnos a nuestra lengua. Las dos denominaciones son correctas y significan lo mismo. Prueba de esto es que en el año 1611 se publicó el primer diccionario monolingüe denominado Tesoro de la lengua castellana o española.

Pese a esto de forma recurrente surge la pregunta acerca de cuál de estos dos nombres es el adecuado o cuál corresponde a cuál país, aunque de parte de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) y las academias de la lengua del resto de países hispanohablantes la respuesta el clara: los dos nombres son sinónimos.

Nacimiento del castellano

Cuando las lenguas derivadas del latín se tuvieron que clasificar de alguna forma se comenzó a hablar de ellas como lenguas romances, y a partir de esta clasificación, surgieron los gentilicios castellano, catalán y aragonés, entre otros. 

De esta forma, hacia el 1250, nace el término romance castellano en referencia a la lengua hablada en el reino de Castilla y León. A medida que crecía el poder político de este reino, también lo hacía su lengua, la que fue expandiéndose y enriqueciéndose con aportaciones del resto de los idiomas que se hablaban en la península ibérica.

Así, a finales de la Edad Media, bajo el nombre de castellano o lengua castellana se agrupaban formas diferentes de hablar, tanto de Castilla como de León, Navarra o Aragón, tanto del norte como del sur. Ya a partir del siglo XV el castellano comienza a utilizarse como lengua franca en toda España.

Primeros registros del término español

Desde el siglo XVI en adelante la nueva denominación, lengua española o español, comenzó a competir con la tradicional de lengua castellana. El nombre no nació en España, sino fuera. Primero fue un gentilicio puramente geográfico, pero posteriormente los países vecinos comenzaron a utilizarlo también para referirse a la lengua. Así, poco a poco, impulsado primero desde el exterior, el término lengua española fue ganando adeptos.

Desde entonces hasta principios del siglo XX hubo una clara y constante predilección por el término lengua española hasta que, en el siglo pasado, castellano y español se hicieron términos intercambiables en la lengua culta.

En la actualidad, eso sí, desde un punto de vista lingüístico, el castellano es la variedad del español que se habla en el antiguo Reino de Castilla, es decir, en el centro de España.

Usos en España y Latinoamérica

Tras los procesos de independencia de las nuevas repúblicas americanas, los nuevos países se inclinaron por utilizar el término castellano, principalmente para alejarse del gentilicio del país del que se estaban independizando.

En la actualidad las preferencias están repartidas: desde el Ecuador hacia el norte, en Colombia, Venezuela, Centroamérica, México, el Caribe y los Estados Unidos, el empleo de español o lengua española es abrumador. Mientras que en la mayor parte de América del Sur se utiliza más la palabra castellano. Eso sí la voz internacional de lengua española ha ido ganando terreno, sobre todo, en los jóvenes.

En el caso de España, la denominación castellano es la habitual en los territorios bilingües como forma de distinguirlo de otras lenguas cooficiales como el gallego, vasco y catalán, mientras que en el resto del país se le suele llamar español.

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Metátesis: murciégalo, cocreta y cocodrilo. ¿Son realmente palabras erróneas?

Cuando los niños cuya lengua materna es el castellano comienzan a hablar, es bastante habitual que comentan errores como decir murciégalo en lugar de murciélago o cocreta en lugar de croqueta, ¿te suena, no es cierto? Estos errores son las llamadas metátesis, que corresponden a cuando se cambia de lugar el sonido dentro de una palabra. Pero qué pasa si te digo que en realidad esos niños no están equivocados. ¿Te toma por sorpresa? Seguro que sí.  

Veamos el ejemplo de murciégalo. En el diccionario actual figura esta palabra como variante de murciélago, aunque es percibida como vulgar. Sin embargo, el término originario es precisamente murciégalo, pues deriva de las voces latinas mus, muris (ratón) y caecúlus, un diminutivo de caecus (ciego). En este caso, la metátesis original: murciélago se documenta desde el siglo XIII y no tardó en pasar a la lengua culta. De hecho, el primer diccionario académico recoge, ya en 1734, las dos variantes. Pero este no es el único caso.

Hay muchas palabras del castellano que deben su forma actual al fenómeno de metátesis. Otro caso representativo es el de cocodrilo, el cual está corrompido de crocodrilo (otro clásico “error” que cometen los niños). Se parece al inglés crocodile y al igual que en el caso de murciégalo, fue el término etimológico el que terminó perdiéndose por culpa de una metátesis. La voz latina original era crocodilus, derivada del griego krokódeilos, de króke (canto rodado, guijarro) y drilos (gusano, lombriz). Hay que decir que en este caso la metátesis ya se empleaba en el latín medieval donde se hacía referencia a cocodrillus.

Peligro es otra palabra que ha sufrido el cambio del orden de sus sonidos y la aceptación de éste. Peligro proviene del latín pericùlum.  Esta voz debería haber evolucionado a periglo, variante que está documentada hasta el siglo XVI. Con milagro sucedió algo muy similar; esta palabra proviene de miraglo. Otros casos son guirnalda, cuya palabra inicialmente era guirlanda o Argelia, que al igual que en inglés se decía inicialmente Algeria.

En el habla popular, la metátesis ha dado origen a palabras como dentrífico, utilizada equivocadamente en lugar de dentífrico, del latín denifrícum, que a su vez deriva de las voces latinas dens, dentis (diente) y fricare (frotar).

Cuando el error del error es lo correcto

Si lo pensamos bien, muchas de las metátesis que los niños de hoy cometen, son en realidad las voces originales derivadas del latín. Es decir, probablemente, en algún momento se retorne a la voz original si es que, tal como pasó anteriormente, la voz vulgar o el error es aceptado como parte del habla culta.

El error del error parece ser el retorno al origen etimológico de estas palabras. Una vuelta de varios siglos para volver al mismo lugar, pero con un recorrido interesantísimo, ¿no te parece?

Así que, si tienes hijos, y dicen crocodilo o murciégalo, recuerda que en realidad no están del todo equivocados y que son ellos quienes se acercan más al origen de la palabra en latín. Muy probablemente no sean capaces de hacer referencia al origen etimológico de palabra, gracias a lo que acabas de aprender hoy, quizás tú sí puedas hacerlo.

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El calendario en español: días, meses y estaciones del año. ¿de dónde provienen sus nombres?

¿Qué es el tiempo? Desde la filosofía el pensamiento alrededor del tiempo radica en su naturaleza: ¿existe o no el tiempo y si existe, realmente podemos medirlo?

Hoy, observaremos el tiempo desde la física, donde se plantea que el tiempo es una magnitud con la que se mide la separación, simultaneidad o duración de acontecimientos. Esto nos permite organizarlos en su forma temporal más simple. Es decir, pasado, presente y futuro. Donde los eventos se ubican en cada uno de estos conjuntos dependiendo de su relación con otro.

El sistema de representación del transcurso del tiempo más conocido es el calendario y el modelo de calendario que se utiliza de manera oficial en casi todo el mundo es el calendario gregoriano, denominado así en honor a su promotor, el papa Gregorio XIII.

El término calendario proviene del latín calendarium, de calendae (calendas) nombre que en la antigua Roma se daba al primer día de cada mes, que correspondía a la fase de la luna nueva. Además, el calendarium era el libro donde quedaban registrados los préstamos que vencían en las calendas.

En distintos pueblos de la antigüedad los días se agruparon en siete, en relación con las fases lunares. Roma continuó con esta organización, donde cada jornada se vinculaba con una divinidad: Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus. El sábado es una consagración a Saturno y el domingo deriva de dies dominicus (día del Señor).

Meses y estaciones del año

En un principio el calendario lunar constaba de diez meses: Martius (marzo), en honor a Marte. Aprilis (abril), tal vez relacionada con el etrusco Apru y éste del griego Aphrô de Afrodita. Maius (mayo) vinculada con Maia, deidad relacionada con la floración. Iunius (junio) en recuerdo de la diosa Juno. Quintilis (quintil), Sextilis (septiembre) derivado de septem (siete), por ser el séptimo mes y siguiendo la misma fórmula se continuó con October, November y December (octubre, noviembre y diciembre). En los siglos VIII y VII se añadieron los meses de Ianuarius (enero) y Februarius (febrero) en honor a Jano, dios del doble rostro, símbolo del comienzo y del fin, y Februo al que le dedicaban los ritos de purificación. En el 153 A.C Ianuarius se convirtió en el primer mes del año y Quintilis se renombró como Iulius (julio) en una clara alusión a Julio César, mientras que Sextilis fue sustituído por Augustus (agosto), en homenaje a Octavio Augusto.

Los meses se agruparon en estaciones, que desde los romanos hasta ahora dividimos en cuatro: ver, aestas, autumnus y hiems (verano [actual primavera], estío, otoño e invierno), posteriormente se incorporó la voz prima vera (primera primavera) y las estaciones pasaron a ser cinco: primavera, verano, estío, otoño e invierno y a partir del siglo XVII la primavera -época de la primera floración- desplazó al verano y éste se fundió con el estío, quedando definitivamente configuradas las cuatro estaciones que conocemos hasta ahora.

Entonces ya sabemos que, si el tiempo existe, el calendario en castellano nos indica que hoy es primavera y verano en un lado del mundo y otoño e invierno en el otro. Por otra parte, es Marzo (Martius) en todo el mundo en honor a Marte.

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Palabras del quechua y el maya en el castellano actual

El quechua y el maya son dos lenguas indígenas de Latinoamérica. El quechua es una de las dos lenguas indígenas con mayor número de hablantes en la actualidad (unos 14 millones, considerando todas sus variantes), mientras que el maya o, mejor dicho, los idiomas mayas tienen actualmente 900 mil hablantes nativos de los idiomas que conforman esta familia lingüística.

El quechua es el idioma del Imperio Inca y tiene más de 500 años de contacto con el castellano, por lo que la influencia entre ambas lenguas ha sido natural. Los préstamos lingüísticos suceden del castellano al quechua y del quechua al castellano. Hoy veremos algunos ejemplos de palabras de origen quechua que forman parte del léxico habitual del español, especialmente del que se habla en muchos países de Latinoamérica.

Por otra parte, el maya es otra de las lenguas originarias de América Latina que ha influenciado el castellano que hablamos hoy. Hay que remarcar, eso sí, que lo que actualmente se conoce como “lengua maya” en realidad es una familia lingüística de alrededor de 30 lenguas diferentes que se hablan en el antiguo territorio maya, que abarca desde el sureste de México, Guatemala, Belice, Honduras y el Salvador. Estas lenguas, que aún viven, comparten ciertas características, pero son muy distintas entre sí. Dentro de todas éstas el maya peninsular, está reconocida como parte de las lenguas oficiales de México.

En el artículo de hoy veremos cuáles son algunas de las palabras originarias del quechua y maya en el castellano actual:

Los mayismos

Patatús: en mayasignifica literalmente muerte fingida y en el castellano actual es una expresión coloquial que se utiliza para expresar asombro o desmayo. Ejemplo: “con esta noticia me va a dar un patatús”.

Cachito: es sinónimo de pedazo, más bien de pedacito y proviene de la onomatopeya “cach” que se escucha cuando algo se rompe. En maya “cach” significa entonces “cosa partida” o “que se rompe”.

Cacao: El cacao era “el alimento de los dioses”, pues su planta era considerada sagrada por los mayas. Hoy en día, este alimento es reconocido en todo el mundo y es el ingrediente esencial para la producción de chocolate.

Cenote: son los pozos característicos de la provincia de Yucatán, en México. Proviene de la palabra maya tz’onot, que significa pozo o caverna con agua.

Cigarro: proviene del maya siyar y es una palabra que se ha difundido a otras lenguas por la costumbre de aspirar el tabaco hecho en forma de rollo.

Quechuismos

Los quechuismos son las palabras de origen quechua que han sido asimiladas en el español a lo largo del tiempo. Algunos de estos préstamos lingüísticos continúan en uso en Perú, Bolivia, Argentina, Chile, Ecuador y Colombia, países que formaron parte del Imperio Inca. Revisemos algunos de estos:

Cancha: proviene del quechua «kancha» y significa recinto cercado, como el espacio destinado a ciertos deportes o espectáculos.

Charqui: carne deshidratada y salada típica de las regiones andinas y meridional de América del Sur.

Chaucha: moneda de escaso valor. Chauchera: en Bolivia y Chile es sinónimo de monedero.

Concho: sedimento ubicado al fondo de un recipiente y usado también para referirse al último hijo de una pareja. En el caso del último hijo se usa el diminutivo conchito.

Mate: Bebida elaborada de las hojas y ramas de Ilex paraguariensis, la planta misma y el recipiente que se usa para beberla.

Nanai: caricia para calmar el dolor. La Academia Chilena de la lengua lo define como “caricia muy tierna con la que se trata de calmar un dolor o una pena”. También se utiliza para expresar ternura, por ejemplo, cuando uno ve un bebé muy tierno expresa “¡nanai!”.

Morocho: proviene del quechua «muruch’u» que quiere decir «variedad de maíz muy duro». Pero en Argentina, Bolivia, Paraguay, Perú y Uruguay, se trata de un adjetivo y una persona que tiene piel morena y el pelo negro.

Palta: Los peruanos y los chilenos denominan con este nombre de origen quechua a ese fruto verde y cremoso. Se le conoce como aguacate en el resto de los países de la región.

Poncho: abrigo que consiste en una manta cuadrada hecha de lana o paño con una abertura en el centro. 

Pucho: significa sobrante. En Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Honduras, Paraguay, Perú y Uruguay, refiere a cigarrillo o a su colilla.

Guagua: Niño, niña e infante. Actualmente en Chile, Argentina, Bolivia, Colombia y Ecuador se utiliza como sinónimo de bebé.

Yapa: modismo andino que hace referencia a un regalo o añadido extra de un producto durante una transacción comercial, sobre todo en un contexto popular.

Como bonus track te compartimos dos palabras del Náhuatl que se utilizan en el castellano actual aguacate y apapachar. Aguacate: proviene de ahuacatl que significa testículos. El aguacate tiene este nombre por la particular forma de este fruto. Apapachar: es la acción de apretar o dar amor a otro con el primer impulso. Es muy lindo y es un verbo que se utiliza en el castellano de Latinoamérica para abrazar o para ser más precisos para regalolear con abrazos a otro.

Ya sabes que siempre puedes consolar a un ser querido con un “nanai” o “apapacharlo” hasta que se sienta mejor. Conoces la influencia del quechua y maya en el castellano actual y puedes usarlo para llevar tu español al siguiente nivel.

Sigue aprendiendo cada vez más sobre la lengua española y sus diferentes culturas a través de los artículos publicados en nuestro blog.

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¿Por qué existe la letra H en español?

Para muchos hablantes del castellano, la letra “h” es un gran dolor de cabeza. Bueno, en realidad a la hora de hablar no hay problema, la dificultad está al momento de escribir una letra que no tiene sonido, entonces ¿cuándo y dónde ubicarla? Es una letra tan discreta que muchos han abogado por su eliminación, pero esta reina de imperceptible sonido ha seguido ostentando triunfante un lugar en el alfabeto del español. ¿Es un simple capricho? No. En gramática, por lo general, todo tiene una explicación.

La letra hache es la octava letra dentro del alfabeto del español. Se pronuncia únicamente cuando va precedida de la letra c, formando el sonido “ch”, el problema está en que en castellano hay más de 2.000 palabras que comienzan con la letra h y una cuantas más que llevan esta letra intercalada. Pero entonces, sino suena ¿por qué la escribimos? ¿Por qué escribir algo que no existe? Una de las razonas es que no siempre fue muda.

Los orígenes de la h

Remontémonos a su pasado: los fenicios fueron los primeros en utilizar esta letra y la pronunciaban como una “j” aspirada. De los fenicios pasó a los griegos, quienes la adoptaron con una suave aspiración. Luego, del griego pasó al latín, y aquí el sonido se suavizó aún más. Del latín dio su salto al español, donde en un principio también se pronunciaba como un sonido aspirado, acompañado de una pequeña explosión de aire similar a la pronunciación actual de la “h” aspirada del inglés. Pero el español no sólo hizo uso de palabras del latín que comenzaban con “h”, también se apropió de numerosas palabras latinas que comenzaban con “f”. En un principio dichas palabras también comenzaban con “f” en español, pero con el pasar de los años y dado que, en algunas partes de España, el sonido “f” también se pronunciaba con una aspiración, en el siglo XIV la “f” inicial comenzó a ser sustituida por la “h” inicial. Así ocurrió con farina que pasó a ser harina, el verbo hacer, que en sus comienzos era facer, helecho (que durante la edad media era felecho), humo, que era fumo, hola, que deriva de fola y tantas otras palabras. Dicho cambio también afectó a algunas palabras que tenían la f intercalada, como el caso de búho que proviene de bufo en latín.

Según los registros de la RAE, hasta mediados del siglo XVI la letra h en español aún se pronunciaba con una aspiración, sobre todo en las palabras que originalmente se escribían con f en latín.

Ya a partir del siglo XV la tendencia cambió y la hache aspirada comenzó a considerarse un vulgarismo propio de las clases bajas, así que de a poco la h comenzó a silenciarse completamente hasta ser la letra muda que es hoy.

H: la única letra que no es un sonido, pero es igualmente necesaria

Hay un dato histórico más que explica la existencia de esta letra y es que antiguamente tanto la letra u como la v se escribían exactamente igual, aunque no se pronunciaban de la misma manera. Por ello, para identificar que el sonido que correspondía era el de la vocal “u” y no el de la consonante “v” se anteponía una h. De esta manera se sabía que huevo debía pronunciarse como “uevo” y no como “vevo” como hubiese sido sino llevase la h por delante.

Además, la letra h en castellano sirve para diferenciar por escrito palabras homófonas. Es decir, aquellas que se pronuncian igual, pero que tienen significados diferentes. Así podemos diferenciar rápidamente por escrito hola de ola, hojear de ojear, hecho de echo o diferenciar la preposición a por ha del verbo hacer.

Como has podido ver la h es una letra muda con una gran historia y que aún cumple importantes funciones en el castellano. Es la reina discreta que sólo es posible usar correctamente si se practica leyendo y escribiendo mucho. Ya el sólo hecho de ser la única letra que en castellano ostenta el título de no tener sonido alguno la hace muy especial. Espero que después de conocer su historia te animes a corregir tu ortografía y no olvidar tus haches por aquí ni por allá.

¡Y recuerda que si aún tienes problemas con la gramática del castellano iScribo siempre está aquí para ayudarte a mejorar!

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El origen de la letra ñ, ¿hay otras lenguas que la utilizan?

La letra ñ es un referente indiscutido del español. Es habitual ver esta letra y relacionarla de inmediato con este idioma, de hecho, el nombre del idioma ya la incluye, aunque su sonido no es exclusivo de esta lengua. Conoce con nosotros un poco de historia de la lengua española a través de esta particular letra.

Aunque el español proviene del latín, la eñe representa un sonido que no existía en esa lengua. Con la evolución del latín surgieron nuevos sonidos y así nacieron las lenguas romances, como el italiano, portugués, francés y castellano. Todas estas lenguas comparten similitudes fonéticas y gramaticales y junto a la aparición de estas nuevas lenguas surgió también un nuevo sonido definido como nasal (el aire sale por la nariz) palatal (al pronunciarlo la lengua se apoya contra el paladar duro) sonoro (las cuerdas vocales vibran), que en español identificamos como eñe.

Origen del sonido eñe

Durante la edad media existía el latín vulgar, que se distanciaba del latín culto por sus simplificacionessintácticas y diferencias en la pronunciación. Uno de los fenómenos presentes en el latín vulgar fue el de la palatización de la letra “n” que dio lugar al sonido “ñ” principalmente en tres contextos:

  1. En las sílabas “ni” y “ne”+ vocal: cuando los sonidos “ni” o “ne” eran seguidos por otra vocal, el sonido “n” se influenciaba por el sonido palatal de las vocales y terminaba por adoptar un sonido nasal: la eñe. Como en el caso del latín vinea que derivó a “viña (en castellano), “vigne” (en francés), “vigna” (en italiano), “vinha” (en portugués) y “vinya” (en catalán).
  2. GN: el sonido eñe también nace como evolución de la unión de los sonidos /g/ y /n/, como en el latín agnellus (corderito) del cual deriva el francés “agneau”, el italiano “agnello”, el castellano “añojo” y el catalán “anyell”.
  3. NM o NN: el esfuerzo articulatorio que significaba pronunciar una doble “n” o una /n/ más una /m/ derivó en la simplificación del sonido hacia la /ñ/. Así ocurre en “año” (castellano), que procede del latín annus, o “sueño” (castellano), “sogno” (italiano) y “sonho” (portugués) que provienen del latín somnu.

Escritura de la eñe

Una vez generado el sonido nació el problema de escribirlo. En un principio los escribamos utilizaban simplemente la grafía “nn”, por ejemplo, para el caso de año escribían “anno” o en lugar de añojo escribían “agnojo”, pero con el fin de ahorrar tiempo, pergamino y tinta comenzaron a utilizar abreviaturas (algo muy frecuente en ese tiempo) y así, para la abreviación de la “nn” se optó por escribir una sola “n” con una vírgula encima (vírgula es la ola tan característica de la eñe).

La “ñ” nació entonces motivada por la economía de recursos. Una solución práctica que ahorró mucho tiempo a los monjes escribanos de la época, pues ellos eran prácticamente los únicos que sabían escribir durante la edad media.

La grafía de la doble “n” era ya un problema resuelto, pero ¿qué pasaba con “gn” y “ni”+vocal y “ne”+vocal? Pues que seguían escribiéndose de ese modo y eso no era nada de práctico. Entonces Alfonso X el Sabio fue quien tomó cartas en el asunto y decidió que esto no podía seguir así: en pleno siglo XIII estableció las primeras normas del castellano donde se fijó la “ñ” como única grafía para representar el sonido nasal palatal sonoro que en castellano llamamos “eñe”.  Gracias Alfonso X el sabio por generalizar tan linda grafía en nuestra lengua.

La eñe en el mundo

Pero bueno, tanto la grafía de la “ñ” como su fonema (sonido) no son exclusivos del castellano o español, resulta que en la península ibérica el gallego y el asturiano también utilizan esta grafía y en América Latina lenguas indígenas como el quechua, aymara, mapuche, guaraní, el mixteco, el zapoteco y el otomí también cuentan con la eñe. Eso sí, en el caso de las lenguas amerindias sucede que muchas no tenían escritura cuando los españoles llegaron al continente, por lo que las lenguas que sí tenían el sonido nasal palatal sonoro como el castellano fueron transcritas utilizando esa grafía.

Además de estas lenguas amerindias y de las lenguas provenientes del latín, el sonido “eñe” también está presente en lenguas tan diversas como lenguas de origen eslavo como el checo (con su “Ň”) o el polaco (con su “ń”), e incluso lenguas senegalesas. Por otra parte, la eñe está presente en países como Estados Unidos en términos de origen español como “la piña colada” y el fenómeno climático “El Niño”.

A pesar de todo esto, la “ñ” sigue encontrando obstáculos en la era digital. ¿Por qué hay un rechazo tan grande a esta icónica y hermosa letra? El gran problema es que, en el mundo, el inglés sigue siendo la lengua dominante y no tiene ni esa grafía ni ese fonema y muchas veces todo lo que no tenga el inglés no existe, aunque abunde en el mundo. Porque no es lo mismo decir pena que peña, cana que caña, ni año que ano ¡ya ves!

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